Autorretrato
Nací en Talca, pero a los meses de vida mis padres me llevaron a vivir a Osorno. Por lo tanto cuando alguien me pregunta de donde soy, contesto que soy de Osorno.
Ahí pase toda mi vida. Todos mis recuerdos, todas mis alegrías, mis penas, mis éxitos, mis fracasos, mis amigos, mi amor, mi familia entera, pertenecen a esa ciudad del sur.
Como todo provinciano que tiene la oportunidad de estudiar y luego proyectarse en un estudio universitario, la primera ciudad que te brinda esa salida es: Santiago.
Y eso implica cambios: vivir solo, administrarse su plata, cocinarse (o mejor dicho tratar de cocinar), distribuirse el tiempo, lavarse la ropa, y encontrar salidas a sus problemas sin tener que decir: “¡Mamá! Ayúdame”.
Al venir definitivamente a Santiago, no me preocupé mucho en estos problemas, aunque si los consideré, pero lo que más me aterraba es tener que acostumbrarme a una ciudad tan distinta a la que viví.
El ruido, la gente enojada, la indiferencia, la locomoción a toda velocidad, el tener algún problema en la calle pero ver que a nadie le interesa. También los cambios en la Universidad, otra gente, incluso otros modismos (el “liquid paper”, que nosotros decíamos “tipex”, la “vaca” que nosotros decíamos “cucha”…), otro grupo de amigos totalmente diferente al que tenía antes, etc.
A estas alturas del año puedo decir que ya me acostumbré, por lo menos ya no me noto como el “huasito” perdido en la gran ciudad. Pero Osorno y la naturaleza todavía lo recuerdo y los tengo muy presente.
Vivo con mi hermano en un departamento, el cual se ha transformado en mi segunda casa, paso el tiempo allí, donde estudio, carreteo, leo, me siento a pensar en mi nueva vida y en mi vieja (pero no muerta) vida.
Así esta segunda casa se ha transformado en mi puente hacía mi ciudad perdida en el sur. Acá dentro con mi hermano mantenemos nuestras tradiciones aprendidas de nuestra infancia. Tomamos agua mineral porque nos apesta el agua de Santiago, comemos las carnes, y ensaladas, los kuchen típicos de una ciudad sureña que fue invadida hace mucho tiempo por alemanes, hablamos con nuestros sureños modismos, y recibimos a viejos amigos que han tenido que pasar por lo mismo que nosotros. Pero miro por la ventana y veo esta ciudad llena de edificios y smog, la cual me vuelve a la realidad.
Algunas tardes, algunas mañanas antes de salir a la Universidad, suelo soñar con estar en un lugar muy parecido al de mi infancia. Y sueño con esos paisajes, con esas montañas, lagos, campos, vacas, caballos, patos, lloicas, con esos atardeceres, con ese volcán "casi" perfecto que tiene por nombre el mismo que mi ciudad, ese aire limpio y fresco. Me desnudo ante un lugar tan acogedor y conocido que sí concuerda con esta nueva casa. Termino transportando mi esencia a Santiago.
A veces me cuesta, la rutina siempre lo arruina todo, pero cuando tengo tiempo transformo mi nuevo lugar en uno parecido al que siempre será… mi verdadero hogar.
Hice una fotografía mirando hacia fuera, sin polera representando la desnudez en que me siento al pensar esto, con una fotografía del volcán Osorno y del lago Puyehue en la ventana en un atardecer que invade con su luz azuloso y rojizo en todo mi departamento, representando así al lugar que quiero ver. Yo salgo dando un paso, que es el paso que debo dar en mi mente para transportarme a ese lugar.
Es un autorretrato que representa cómo me siento en estos momentos, extrañando la vida que tuve que dejar atrás. Porque en el fondo cuando me paro a pensar de esa manera, me doy cuenta que eso SOY: un niño del sur en una ciudad grande.
Son solo 5 años mi carrera (si es que no me atraso por cualquier razón). Tal vez vuelva, no lo sé, porque todos sabemos que el periodismo en Chile, lamentablemente, si es que se quiere surgir y proyectarse se debe hacer en una sola ciudad.
Foto: tomada por mi hermano Marcelo Potthoff, y "photoshopeada" por Ignacio Butte.
Tal vez no es una gran foto, ni menos con grandes efectos hechos en el computador, pero creo que logra transmitir lo que yo deseaba.