martes, abril 25, 2006

Del Mercado, Goya, Miró y Picasso, a la Piojera

Es otro día más en Santiago. La estación Mapocho y sus alrededores se ven como cualquier lugar de la ciudad a las 8 de la mañana: gente apurada, “colas” esperando los periódicos gratuitos “Publimetro” y “La Hora”, un comerciante que grita “¡La leche, la rica leche!...”, y autos que tocan sus bocinas porque a un imprudente se le ocurrió parar en la mitad de la calle para que se baje su hija. Pero este lugar esconde COSAS aún más interesantes.
Un museo que alberga a “Tres grandes de España”, frente a un Mercado Central donde apenas se ve un par de esforzados que recién abren sus locales y reciben los “frescos” pescados y mariscos, y al lado, el famoso bar La Piojera, que seguramente había cerrado pocas horas atrás. Toda esta gama de contradicciones culturales y sociales se enfrenta día a día. Pero quizás no es casualidad…

El burgués del Mercado Central

El mercado se mueve lentamente a estas horas de la mañana. Un par de “borrachitos” vienen abrazados en busca de un caldito “reponedor”, y la gente empieza a ordenar y a disponer su mercancía.
El único restaurante que se ve ya más instalado y abierto a recibir gente es el “Donde Augusto”, el McDonald’s del Mercado Central.
Mientras que las personas abren su local pequeño, “Donde Augusto” tiene que disponer de más personal para abrir sus locales que tiene dispersos por el mercado. Los otros sacan tímidamente su pizarrita para poner su nombre y el menú del día, mientras que “McAugusto” enciende un gran letrero que con luces rojas y amarillas da a conocer su nombre con muchas banderas de distintos países a su alrededor, como si se tratara de un hotel cinco estrellas.
De fondo no se escucha una típica cumbia de Ráfaga ni una canción desgarradora de los Ángeles Negros, sino que a los gringos setenteros de “Ten Years After” tocando “I’m Going Home” en Woodstock ‘69. En las paredes se ven fotos de famosos como “Don Francisco” brindando y sonriendo a la cámara, junto a reportajes del diario PYMES, donde muestran al verdadero “Don Augusto”, el dueño del restaurante, dando cátedra de emprendimiento, e incluso una foto trucada donde aparece Bill Clinton sonriendo con una cerveza en mano y abrazando a una señora.
Los empleados están vestidos con unos delantales blancos y concentrados en la rutina de abrir y organizar el restaurante. La señora Gladis Carrás, la esposa de Don Augusto, está sentada con dos hombres conversando, preparándose para ir a la cocina y hacer sus ricos platos como la centolla en cáscara de la Patagonia, caldillo de congrio, y jardines de mariscos.
Quizás un lugar dentro del Mercado Central, pensado para gente más “culta” y/o extranjeros que, antes o después de ir al museo, desean probar algo típico de Chile, pero siempre con ciertos matices “gringos”, para hacerlos sentir como en casa.

Goya, Miró y Picasso a la Piojera

El Museo Estación Mapocho a las 09:30 a.m. tiene pocos visitantes. Sobre todo un lunes. Las personas que concurren son totalmente distintas a las que llegan al Mercado Central, y con intenciones diferentes. Estudiantes de “kinder”, de media y universitarios son los que van entrando disimulando un interés por los pintores.
Dentro se encuentran “tres grandes de España”: Goya, Miró y Picasso.
Los guías encargados de mostrar la obra e historia de estos pintores, se esfuerzan para que los alumnos le tomen atención, quienes aprovechan cada segundo para conversar del partido de fútbol, o para sentarse en el primer asiento que encuentran. Poco interés hay por apreciar las obras.
¿Goya, Miró y Picasso estarían cómodos en este lugar? Tal vez estarían enfadados por la poca sensibilidad de los estudiantes, aunque sí se sentirían cómodos con el bar que se encuentra cruzando la calle: “La Piojera”. Porque si hasta el Presidente Arturo Alessandri, el poeta Pablo Neruda y muchos escritores e intelectuales entraron al lugar, por qué no estos pintores españoles.
Si hay algo que caracterizaba a los españoles pintores era su vida bohemia, en cabaret, prostitutas y más de algún exceso. Quizás hubieran pasado un buen rato en el bar tomándose un vino pipeño de Chillán o una chicha de Villa Alegre y San Javier, las especialidades de la casa, conversando sobre el surrealismo, sobre lo erótico, las pinturas infantiles, las corridas de toro, el inconciente, lo implícito, o simplemente lo interesante que es el lugar donde llegaron a parar, donde la culinaria chilena, la bohemia y la cultura se juntan en un solo lugar. Es algo que se les habría grabado en la retina como algo increíble que sólo en Chile existe.