viernes, octubre 13, 2006

Plaza de Armas

Pinceles luchando por sus derechos y tradicionales caballitos en blanco y negro

Los pintores de Plaza de Armas han luchado desde 1979 contra los abusos de la dictadura y hoy pelean por sobrevivir en un sistema económico de mercado que los acecha. Y los fotógrafos de la plaza trabajan para mantener viva las tradiciones.
Aquí la historia de Efrén Cortés, pintor, y Roberto Espinoza, minutero, quienes son el reflejo de la historia de este lugar.


Hace un año los pintores de la Plaza de Armas se sublevaban por medidas del alcalde Alcaíno, quien pretendía reducir el número de artistas en el lugar, a través de un concurso. Para ellos esto era desconocer todo sus méritos y esfuerzos para llevar el arte a las calles desde 1979. Y aunque siguen exhibiendo sus emociones y sentimientos expresadas en colores, muchas veces han tenido que dejar sus pinceles y mostrar sus puños para poder quedarse allí.
Al principio eran la mayoría gráficos y vendían postales y tarjetas sobre los derechos humanos y de los exiliados. Había hombres y mujeres; 18 en total.
En 1982 llega Efrén Cortés, quien vivía en Vallenar. “Tuve una infancia normal, aunque muy pobre. En el norte se ve mucha pobreza y mi familia no era la excepción”, dice. En el colegio San Francisco, un profesor de arte le despertó su interés por la pintura. Luego del colegio decidió estudiar diseño gráfico en publicidad en el Instituto del Pacífico. Así comienza su carrera ligada a las artes visuales. En un principio ejerció como diseñador gráfico independiente, y luego llegó a la Plaza de Armas. “En este lugar había muchos gráficos y pintores. Creo que es evidente que aquí se reúne toda la esencia social de Chile. Tú ves ‘afuerinos’, como yo, que vienen en busca de mejor vida, ves extranjeros, gente de clase baja, media y alta, etc. Por eso muchos nos interesamos en venir a vender arte aquí.” Y así han visto pasar la historia de Chile y los cambios que han sucedido, desde la plaza. Por eso hoy les duele que el alcalde intente sacarlos.
Para Efrén Cortés y varios pintores que están hace mucho tiempo, el hecho histórico más importante que han vivido en la Plaza de Armas fue cuando ganó el “NO” para el plebiscito de 1988. “Imagínate, estaba la cagá’. Esto fue una fiesta. La gente celebraba, muchos lloraban de felicidad. ¡Estaba lleno! Todos festejábamos, era una liberación. Muchos tomaban y reían. Tal vez fue el carrete más grande y emocionante que he vivido”, dice Efrén mientras ríe. También recuerda como uno de los fundadores del lugar, el pintor Pablo Jofré, se subió arriba de un “guanaco”, mientras la gente no dejaba que se moviera el vehículo. Se paró en el techo y mostró una imagen grande de su hijo. Varios reporteros lo fotografiaron. Aquella foto recorrió el mundo.
Pero cuando llegó Efrén por primera vez no era tan fácil estar. La dictadura de Pinochet ya estaba instalada desde 1973. Y el arte que acusaba los abusos de ese gobierno, era silenciado por militares. “Muchas veces venían a golpearnos. Nosotros hacíamos postales aludiendo a los derechos humanos y a la violencia que había en Chile. Por eso no éramos bien recibidos por los milicos”, cuenta Cortés. Varias veces él terminó golpeado y en la cárcel. Porque además, al poco tiempo de llegar, fue dirigente sindical de los pintores. Su personalidad atrayente, fuerte como la de un líder, pero a la vez sensible, hizo que no le temiera a los golpes y siempre estuviera abogando por sus derechos.
Actualmente hay treinta y dos pintores. De ellos, quedan doce de los fundadores. Los demás, la democracia y el sistema económico de mercado los llevó a ese lugar. Efrén dice que “con el retorno a la democracia, de a poco empezó a llegar gente que veía esto como un buen negocio. Varios no son pintores y si los observas nunca están pintando. Sólo encargan las pinturas y las revenden a mayor precio.” Por eso dice que cada vez se valora menos el arte que ellos hacen.
Pero estos no son los únicos cambios que han vivenciado. La Plaza de Armas es socialmente distinta. Antes no se veían peruanos rondando por el lugar o sentados viendo como pasa el día. La inmigración se masificó en el año 2000. También, según el pintor “ahora ves más colores, más moda, mas diversidad. En los ochenta todo era muy gris, plano.”.
El comercio es mayor. El paseo Ahumada, los restaurantes, el Portal Fernández Concha han crecido considerablemente. Y esto hace aún más atrayente a este lugar: a pesar de la globalización, el crecimiento del mercado, aún conserva las tradiciones chilenas, como lo son los pintores, los fotógrafos con sus caballitos de madera, las personas caminando y disfrutando del lugar.

Fotografiando con una minutera

Cerca de los pintores, un joven acompañado de una mujer, pregunta: “¿Nos fotografía a los dos por favor?” Roberto Espinoza (51 años) responde que sí. Los jóvenes se sientan en un banco y sonríen. “Mil pesos serían. Mañana está revelada la foto.”
Roberto es fotógrafo. Tiene un pequeño puesto, con una minutera que es una máquina fotográfica antigua y que saca en blanco y negro. Y en su cuello cuelga una cámara manual más moderna.
“Yo soy un minutero, más que un fotógrafo. Además que yo no he estudiado nada, sólo aprendí este trabajo ayudando a mi tío, quien había heredado esto de mi abuelo”, dice Roberto. Este trabajo se ha pasado de generación en generación.
En un comienzo, a principios del siglo XX, la fotografía era muy valiosa. Llegaban las cámaras de Europa, y los pocos que sabían usarlas eran los que fotografiaban a familias enteras. De a poco se dieron cuenta que era un buen negocio. Y con la masificación y el cada vez mayor comercio con el exterior, las herramientas estaban más disponibles. Así nacieron los minuteros, quienes se instalaban en lugares de alta concurrencia, como las plazas. “En cada Plaza de Armas de las ciudades de Chile hay un minutero”, asegura Roberto.
Hoy la modernización no ha hecho desaparecer este rubro. Aunque es cada vez más complicado mantener el negocio, Roberto Espinoza dice estar feliz con lo que hace: “La minutera es la madre de todas. A todos les gusta fotografiarse, y en blanco y negro igual. Es algo tradicional. A los gringos les gusta también fotografiarse en blanco y negro, con la minutera”.
Y los caballitos de madera también son tradicionales. Muchas familias chilenas tienen una fotografía de sus hijos sentados en los caballos, vestidos de guaso. Es parte del folclore.
Él también llegó en el ‘80 a la Plaza de Armas a trabajar. Vivía en el Salto del Laja. Se vino a los trece años, cuando su padre murió, a Santiago a trabajar.
Antes trabajaba esporádicamente en diferentes lugares, como restaurantes, negocios de ropa. Juntó dinero y le compró el puesto a su tío. Desde ahí que sigue en el lugar.
En la época de Pinochet, nunca tuvo problemas con los militares ni carabineros. “Yo siempre me mantuve al margen de todo. Nunca anduve peleando y alegando contra la dictadura. Por eso no me hicieron nada. Pero sí vi mucha violencia.”, cuenta Espinoza.
Pero para él lo más impactante que ha vivido en la plaza, no ha sido la violencia en la época de la dictadura, ni los festejos para la victoria del “NO”, sino la muerte del padre Faustino Gazziero, el año 2004. “Yo estaba trabajando como siempre cuando veo un alboroto al frente de la catedral. Una persona grita que alguien había asesinado al padre. Fue impactante. Jamás pensé que alguien podría matar al padre”, cuenta el fotógrafo.
Rodrigo Orias asesinó al padre Gazziero, después de que se había confesado con él, alrededor de las 6 de la tarde el 24 de julio de 2004.
Pero la vida de Roberto Espinoza sigue igual. Se levanta todo los días a las 8 de la mañana. Vive en La Reina con su esposa y tres hijos. Ninguno se ha interesado por la fotografía. “No están ni ahí. Yo voy a buscar a alguien que le interese esto para que lo herede. No voy a obligar a mis hijos a hacer algo que no quieran”, dice.
Así se mantendrá las tradiciones en la Plaza de Armas. En blanco y negro estarán los pintorescos caballitos y la minutera enfrente, para que sigan presente en los libros de fotografías de cada familia chilena.

domingo, octubre 01, 2006

¡Escucha Chile!, tenemos nuevo Premio Nacional de Literatura

Estaba esperándolo a la entrada del bar-restaurant Off The Record. Un auto gris paró. Una señora se bajó del auto y abrió la puerta del copiloto. José Miguel Varas bajó con dificultad. “Que te vaya bien, cuídate”, le dijeron. Yo me acerqué rápidamente antes de perderlo: “Don José Miguel Varas. ¡Hola! Soy estudiante de Periodismo de la Universidad Diego Portales. Quisiera saber si después de su entrevista podría hablar con usted”. El auto no se había movido. Estaban todos mirando desde el auto como para asegurarse que este extraño no le iba a hacer nada. Él levantó la cabeza y sonrió. “Bueno, cuando esté listo, ahí vemos”. Tenía una entrevista para Canal 13 Cable, allí en el bar. Luego de eso, el periodista-escritor, como se define él mismo, habló con la gente que lo fue a ver. Se le notaba cansado. Tenía los ojos rojos. El 21 de agosto recibió el Premio Nacional de Literatura. Después de eso las entrevistas y ceremonias lo invadieron. Alguien del público le preguntó: “¿No se cansa de tantas entrevistas?”. Y el periodista le contestó: “Cuando a uno lo someten a tres entrevistas al día, ¡es como dar exámenes tres veces al día! Porque uno tiene que contestar preguntas, tiene que contestar de una manera coherente y tratar de parecer inteligente, entonces es una cosa que exige mucho”, y todos rieron.
José Miguel Varas es un ejemplo del periodismo de excelencia. Pero más allá de eso: es un humanista, que ha dado su vida entera a la verdad, a las letras, a la novela, a los cuentos, a la radio. Trabajó en Televisión Nacional y tuvo que dejar el país, recomendado por sus amigos más cercanos, tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Pero no se quedó de brazos cruzados. Hizo un programa, junto a varios periodistas, llamado “Escucha Chile”, en Moscú. También fue editor de la desaparecida revista “Rocinante”. Su carrera como escritor es mucho más larga: su primer libro lo escribió a los 18 años, “Cahuín”. Ha escrito muchas biografías, cuentos y novelas. El más destacado por la crítica es “El correo de Bagdad” publicado en 1994.
El periodista-escritor habla con la gente. Muchos se preguntan cómo se puede congeniar el periodismo con la literatura. Él responde: “Yo me siento cómodo en el cuento y me siento cómodo en la crónica. Y a veces no hay mucha separación.”
En un artículo publicado en “Rocinante” en abril de 2004, el Premio Nacional de Literatura escribe una crítica al libro de José Miguel Ibáñez, “Sus mejores poemas”. Una antología de Pablo Neruda. Varas termina contando un cuento. Su texto se transforma en momentos e historias que entrelaza, sobre su vida, su amistad con Neruda, su pasión por la poesía, y el libro de Ibáñez. Más que una crítica, en la cual dice que el libro “merece la pena”, transforma ese espacio que se le dio en la revista en una narración poética, nostálgica, emocional, de momentos imborrables para él. Como cuando se inicia en la poesía: “Al final de la recitación, que escuchamos en un silencio hipnótico, sorprendente en los barrabases silvestres que éramos, nuestro profesor nos dijo que lo que acababa de leer era el Canto de Amor a Stalingrado, de Neruda. (…) Pero el Stalingrado leído por Rudencio (el profesor) me produjo otra impresión: aquel ritmo grave, insistente, el tono solemne, las oleadas de imágenes extrañas, sucesivas (…) Era otra manera de mirar la guerra (…).” José Miguel Varas conoció a Neruda, y ha escrito un libro de biografía sobre él. Y es que él es un hombre sensible, que logra captar la esencia y el poder de las palabras. Por eso una crítica de un libro la transforma en un paisaje literal hermoso.
Los invitados le siguen haciendo preguntas. Después de una hora decide terminar la “tertulia”.
Aprovecho un instante y me acerco. Me reconoce. Yo le digo: “Sé que está muy cansado, así que le haré dos preguntas, nada más”. Me mira nuevamente con sus ojos rojos y acepta. Tomo mi grabadora y pregunto: “¿Cómo cree que está el periodismo hoy en día?”
“El periodismo está muy enfermo en Chile porque existe una monopolización de los medios. Y eso es negativo. Porque significa que dos o tres grandes empresas determinan qué es lo que la gente puede saber y qué es lo que no debe saber. De hecho hay un sistema de censura. Aunque esta censura se ejerza con cierta sutileza. No es que cierren completamente la información. Pero hay noticias que son muy importantes y que en un momento dado no están en el primer lugar que deben ocupar. Te pongo un ejemplo: el conflicto mapuche que ocurrió cuando hubo una gran huelga de hambre. Tuvo que haber una huelga de hambre donde estuvieron a punto de morirse estos mapuches para que la noticia realmente apareciera. Pero pasaron dos o tres semanas en que ningún medio informativo registraba lo que estaba pasando.”, dice Varas.
Y hago mi última pregunta: “Usted dijo en La Nación que si ganaba el premio Nacional de Literatura se iba a comprar una cabaña en la playa, ¿lo va a hacer?”
“Está dentro de lo posible, pero he descubierto que las cabañas en la playa están muy caras, así que, a lo mejor, me voy a ir a un cerro, me voy a ir al campo. A una parte más barata”, me dice mientras sonríe.
Una leyenda viva del periodismo y la literatura. Es bueno que Chile reconozca a sus escritores, son ellos los que mantienen vivo nuestro lenguaje. Tal como lo ha hecho este humanista por excelencia.

domingo, septiembre 10, 2006

Jaime Collyer: Un hombre encerrado en su libertad

¿Alguna vez has querido dejar el mundo, esconderte e instalarte a pensar en ti? ¿Para pensar en la vida, y en los temas que realmente te importan? Seguramente luego miras por tu ventana o el reloj y te das cuentas que ya estás amarrado a un sistema. Si decidieras hacer eso tendrías que renunciar a gran parte de tu vida, como lo es tu trabajo, que sin él no tendrías con que alimentarte. ¿Me creerías que existe una persona que ha logrado desconectarse del mundo y aún así poder vivir en él?
Jaime Collyer es un escritor chileno. Pertenece a la generación de escritores llamada “La nueva Narrativa”, que comenzó a principios de los noventa, con la reinstalación de la democracia en Chile. Hoy en día, sigue escribiendo y editando libros. Vive en Santiago, en la calle Eliecer Parada 2384. Una casita que parece hecha para un cuento de niños. Con una entrada chica y unas enredaderas que caen y envuelven la casa. Su living tiene una mesa de centro de madera con un libro de Marylin Monroe. En la pared, una chimenea chica y dentro, en vez de cenizas y leña, tiene una máquina de escribir viejísima, puesto como un adorno.
Su casa es su territorio. Nunca sale por las noches a tomarse unos tragos y sociabilizar con otros escritores en algún pub de moda. No aparece en los medios. Él dice que “yo creo que me estoy volviendo autista. O loco. Y ni me interesa (salir)”.
Estudió psicología en la Universidad de Chile, pero no era su verdadera vocación. No le gustaba que a un paciente le tenga que preguntar: ¿escuchas voces? “O sea de partida te están dejando poca alternativa. Te sitúan en un lugar donde supone la locura. Pero preferí estar en el lado de la locura”, dice Collyer. Para él, toda la inspiración está dada en su propia mente. Sus libros nacen en ese lugar que contiene millones de neuronas y que tan poco conocemos.
Un día, en la década del ’80, leyó una entrevista a Hemingway, el cual decía que, para mantener un ritmo de escritura, decidió escribir 500 palabras al día. Y si iba de pesca, escribía 1000 palabras el día anterior, para irse sin culpa. Y Collyer decidió tomar el mismo método. Y desde ahí que pasa el tiempo en su casa, las 24 horas, escribiendo 500 palabras y si se entusiasma escribe hasta agotarse. No ve televisión. Y su única fuente de actualidad son los conductores de taxis. “A ellos les gusta hablar mucho y contarte de sus vidas y de la actualidad”, dice. Pero sólo sale de su casa en ocasiones imprescindibles.
Su pequeño mundo para algunos, es un lugar fecundo de infinitas ideas y maravillosos pensamientos sobre la vida y de vidas de ficción, que las toma y las escribe para que no se pierdan. Nada más que un pequeño estimulo, un tema le sirve para escribir una historia, y 500 palabras. “Todo está en mi mente”, dice con una tranquilidad y calidez, que al momento de verlo piensas que lo conoces hace mucho tiempo.
En el patio trasero tiene una lápida, “y yo pienso ¿por qué está esa lápida? ¿Habrá un cadáver? ¿O el fantasma del abuelo estará dando vueltas (por la casa)?, ¿Será un fantasma benigno, o maligno?" Esos son los temas que a él le motivan. En realidad, la lápida es del dueño de la casa. La hicieron por la muerte de su padre, pero nunca la usaron porque era muy grande.
El ser escritor le ha costado su matrimonio. Pero es un sacrificio que estuvo dispuesto a asumir.
Cuando uno mira a Jaime Collyer siente envidia. Cómo un hombre ha podido vivir su vida, desconectado de este mundo superficial, en donde, a personas como él, lo clasifican de “loco” o de “antisocial”.
Yo lo miro y me digo: “¡Qué tipo más libre!”

miércoles, agosto 30, 2006

Palmeras en el caribe desierto


World Press Photo: De Máximo Mastrorillo, Italia. Primer lugar categoría ”Naturaleza”.

Un paisaje frío. Sin tiempo. Los escombros de una ola gigante que destrozó y se llevó toda la calidez de la playa están tirados en la arena. El gran trsunami ya pasó. Las olas han cesado y la planicie del mar se confunde con una playa infinita que sólo delimita, al final del mundo, con el cielo.
En la playa quedan los recuerdos de unas vacaciones soñadas en Lhoknga Beach, Indonesia. Al lado izquierdo, una bolsa blanca envuelve algo. Al otro costado, una huella rectangular de tierra se ve en el suelo. Maderas tiradas alrededor. Algún puesto de helados o un pub pequeño fue arrastrado y sacado del lugar que pertenecía.
Unas palmeras son la prueba de que alguna vez hubo vida y tiempo. Pero ahora parecen monumentos tristes de once personas muertas. Los árboles no tienen hojas ni cocos. Sólo las raíces fueron las que aguantaron para quedarse con un pedazo de tronco sin vida. Algunos más gruesos y chicos, otros flacos y más largos, pero todos posan inermes en una deshabitada playa caribeña.

miércoles, agosto 23, 2006

Abraham Santibáñez:

“HP era un ejemplo del periodismo bien hecho, del periodismo confiable”

La lección que el periodista Abraham Santibáñez recibió de un profesor reemplazante, en la Universidad de Chile, jamás se le olvidó. El profesor le pidió a la clase que escribieran por qué querían ser periodistas. Santibáñez escribió que “quería ser periodista porque tenía una gran curiosidad. Que era lector desde chico.” El profesor le dijo: “Está muy bien, pero la idea es que usted se informe, pero no para guardarse eso, sino para comunicarlo a los demás”.
Aquel profesor se llamaba Luis “HP” Hernández Parker, el virtuoso periodista que dio su vida al reporteo y a las primicias noticiosas, recreadas con el detallismo de un artesano. Después del golpe militar, según Abraham, ninguna pena le dolió más a Luis Hernández Parker que “la pérdida de la democracia”. Esta pena tan grande se mantuvo hasta su muerte.
La lección que recibió Santibáñez en esa clase fue una de las muchas que recibió de “HP”. Más tarde trabajaron juntos para la revista Ercilla.
En su oficina de la Universidad Diego Portales, donde hace clases de periodismo, nos cuenta de éste y otros episodios más que recuerda de Hernández Parker.

“Nosotros estábamos en la revista Ercilla cuando fue el golpe y en apariencia seguimos igual. Pero, en definitiva, se acaba la actividad política y, tal vez, a Hernández Parker se le acabó el mundo, su actividad, su área… Sus amigos tuvieron que dedicarse a cualquier otra cosa. Muchos habían muerto.”

- ¿Cómo reaccionó Luis Hernández Parker ante el golpe militar?

“La verdad es que yo diría que hasta cierto punto se echó a morir. Ahora naturalmente no se murió de…”

- De pena…

“Hasta cierto punto sí. Él era un gran fumador, entonces parece que tenía los bronquios bastante malos. Sin embargo, habitualmente iba a Tongoy, donde siempre cruzaba nadando una bahía que es bastante extensa. Nadaba, hacía mucho, mucho ejercicio, pero, sobre todo, nadaba mucho. En este período después del golpe, entiendo que ya tenía un diagnóstico médico en que tenía que cuidar el corazón. Pero él como que desafiaba un poco la suerte y nadaba hasta agotarse, más todavía, a lo que había estado acostumbrado…”

- Es decir no se quería cuidar

“No se cuidaba. Y bueno, de hecho en esa fiesta, en la noche en que se muere, sigue bailando, bailando, bailando sin parar. Como tratando de ver qué pasa.”

Una enfermedad cardiaca causó la muerte de “HP” el 1° de mayo de 1975. Y como dice Enrique Ramírez Capello, en un artículo publicado en La Nación, “por paradoja (muere) el día en que no se publican diarios en Chile”.

Fue un periodista que tuvo muchas fuentes importantes de la política a su alcance y siempre sabía cada detalle que podría interesar. Incluso sabía de llamadas que hacía el Presidente, de ese entonces, Eduardo Frei Montalva. Como escribió en un artículo, publicado el 8 de mayo de 1968 en la revista Ercilla, “(Tulio Marambio Marchant) estaba leyendo unas páginas de historia, que constituyen su deleite, cuando sonó su teléfono: 71430. Era el Presidente Frei, quien personalmente lo llamó…”

- ¿Cómo logró HP tener tantas fuentes a su alcance, y saber tanto de ellas?

“A ver… Yo lo que aprendí de él, y de otros periodistas de ese tiempo, en la revista Ercilla, era que el reportero tenía que hacer preguntas, ir, darse el trabajo de hablar con la gente que podía ser una fuente. O sea, ésa era la primera parte del secreto. La segunda es que tenía que ser confiable. Y, por lo tanto, si la fuente le pedía que no la identificara, ‘morir en la rueda’”

- Respetar el “Off the record”

“Es decir, después le pusieron off the record. En ese tiempo era, ni secreto profesional, ni eso, sino que la gente le contaba cosas porque sabía que él iba a hacer buen uso de esas cosas. No iba a mal usarla, en sentido de decir ‘mire esto me lo contó fulano’ si no quería que lo cuente. O tergiversar algo. Porque a veces las fuentes no se identifican, entonces uno puede inventar cosas y decir ‘esto me lo contó una fuente que no puedo revelar’. Yo creo que esa lealtad con la fuente, pero sobre todo, con la búsqueda de la verdad, es lo que hace que un periodista sea muy confiable. Por lo tanto, las fuentes se abren."

- ¿De qué manera luchó Luis Hernández Parker para la libertad de prensa?

“Con su trabajo. No estoy seguro de que haya sido dirigente gremial. Y yo creo que son necesarios los dirigentes gremiales, no me cabe la menor duda. Pero, tanto o más importante, es la gente que hace bien su trabajo. Y, yo creo que ‘HP’, en eso, fue una gran lección, porque precisamente como se podía confiar en él, como era un ejemplo del periodismo bien hecho, del periodismo confiable, naturalmente era como una defensa permanente de lo importante que era la libertad de expresión.”

- Alejandro Guillier participó, el 9 de agosto, en la inauguración de la “Plaza Luis Hernández Parker”, en Maipú, donde calificó al homenajeado periodista como “el más grande periodista chileno del siglo XX”. ¿Usted lo cree así también?

“A ver…Yo creo que Lenka Franulic fue también una tremenda periodista chilena. Pero no me cabe la menor duda de que eso es lo que cree, y lo cree muy honestamente Alejandro. Yo diría que hay que hacer un ranking ahí. Pongámosle los top ten. Y, yo ahí, sin duda, pondría a Hernández Parker, sin duda, pondría a Lenka Franulic, sin duda, Ramón Cortés y elijamos otros pocos más.”

- ¿Qué periodista actual lo podría comparar, por su manera de hacer periodismo, con “HP”?

“Esa sí que es pregunta complicada, porque… Lo que pasa es que cambiaron tanto las condiciones en que se hace periodismo, que es muy difícil. Porque yo creo que no se puede imaginar hoy día una persona, como cualquier estudiante, lo que significaba Lucho Hernández Parker, a la 1:30 de la tarde, tres veces por semana, hablando en la radio. La verdad no es que se paralizara el país, pero muchísima gente, gente que yo no conocía en ese tiempo, que después me contaba que en su casa, a la hora de almuerzo, el papá hacía que todo se mantuviera en silencio mientras se escuchaba a ‘HP’. Yo creo que eso no se puede hacer hoy día. Es imposible, porque hay demasiadas fuentes. No existe ese espacio tan bien delimitado, que es la 1:30 de la tarde, en que se suponía que uno estaba en su casa. Por lo tanto, hay muchos y muy buenos periodistas, pero ninguno de los cuales va a estar a la misma altura, influencia e impacto. Uno podría mencionar al propio Alejandro Guillier, a Fernando Paulsen. Muchos de los que escriben también. Pero con esa llegada, que tenía por la radio, incluso mucho mejor que lo que hizo después en televisión, Hernández Parker, no hay y hasta ahora.”

- ¿Nos podría contar una última anécdota o recuerdo que tenga de la vida de “HP”?

“Pero te parece poco el cuento de cómo marcó mi vocación. Yo creo que eso es lo más importante. Ahora, de hecho, hay muchas otras cosas.
Yo no lo conocía en ese tiempo, pero un poco la tragedia lo marcó. Tenía un niño, Pedrito. Él vivía, entiendo, por ahí donde está Chilefilms en Manquehue. Que era donde terminaba Santiago, en ese tiempo. Estamos hablando de fácilmente unos 50 años. Y quedó uno de estos hoyos de cañerías abierto. Y se cayó por ahí y se murió. Incluso, costó encontrarlo, a Pedrito. Entonces, eso lo dejó muy, muy marcado. Por una pena muy profunda. Y, además, porque tiene una niñita, o sea, ahora ya es una mujer grande, con síndrome de Down.
Entonces es muy curioso. La percepción que tengo de HP es de un hombre que vivió la vida muy intensamente, sin trancas, pese a que tenía unos dolores y penas muy profundas. Ninguna de esas penas fue tan grande como la de la pérdida de la democracia. Había tenido problemas. Él había sido militante comunista. Lo detuvieron. Hay un episodio muy oscuro de su vida, cuando él vuelve de Europa y lo detienen en Buenos Aires. Lo acusan de haber sido soplón. Hay una serie de cosas que no quedaron nunca claras. Pero nada de eso lo afectó, como este hecho, que vivíamos en un país donde había respeto por las ideas, y por las personas, y eso de repente se borró de una plumada. Y lo hirió muy, pero muy profundamente.”

Sin duda, para un periodista del nivel de Luis Hernández Parker, el quedar amarrado ante una dictadura militar es desastroso. De pronto le taparon la boca. Él y sus fuentes no podían caminar tranquilos por las calles de Chile. Pero ninguna dictadura ha podido, en toda la historia, matar las ideas. Y así quedó el legado de "HP": su pasión que lo hizo “bailar, bailar y bailar sin parar”.

lunes, julio 10, 2006

Entrevista a Sergio Campos

Campos: "Hay un clima de temor en gran medida provocada por los medios"

Por Alfredo Potthoff

Sergio Campos, la voz más reconocida en el ámbito informativo de radios, ha conducido el “Diario de Cooperativa” por 25 años. Su experiencia junto a un gran equipo los ha llevado a ser el programa informativo más escuchado en radios chilenas.
Su estudio tiene un computador personal con Internet, dos televisores, uno está en el canal de noticias internacionales CNN y el otro, un poco más chico, en Canal 13. El escritorio está cubierto con los diarios más importantes de Chile. Así se mantiene actualizado el periodista quien ha realizado más de 8.000 entrevistas a diferentes protagonistas noticiosos.
Conversamos con él, quien con su experiencia nos da un análisis de su programa, de sus audiencias, los medios de comunicación y su influencia en la sociedad, la libertad de prensa y el derecho a la información el cual, para él, “no se respeta”.
Según Campos al periodismo actual “le falta rigor. Está muy determinado por el negocio, o sea, hagamos harta violencia en la televisión porque eso vende...”

Se dice que los medios crean un ambiente de miedo ante la delincuencia, ¿qué opina de eso?

“Eso es verdad, porque la Universidad de Chile hizo un estudio a través del Instituto de Asuntos Públicos y que se revela eso, que hay un clima de temor en gran medida creada por los medios. La encuesta que acaba de entregar el gobierno indica que la mayor parte de la construcción de este miedo la hacen los medios de comunicación…”

¿Eso es algo positivo o negativo?

“Es negativo, porque resulta que la gente está atemorizada, más allá del riesgo que puede correr. Significa que hay una desproporción, hay un desequilibrio. Y eso no es bueno, no es sano para la salud mental de los chilenos, y tampoco es sano para la democracia. En este país hace cuarenta años había crímenes, asesinatos por parte del organismo del estado…

…y se ocultaba…

“Y se ocultaba, no se informaba. Entonces hoy día es la delincuencia la que actúa y que está mal también que ocurra eso. Pero son situaciones totalmente distintas, digamos. Hoy día se tiene que resolver mediante, no solamente la construcción de cárceles, sino también de la rehabilitación de los delincuentes, de los que se pueden rehabilitar, donde están en condiciones de ser rehabilitados. Y también de la mayor inserción social, o sea, mientras menos pobres hay en un país, menos posibilidades de delitos existe. Aquí en Chile el año ‘90 existía un 40% de chilenos que estaban bajo la línea de la pobreza, o sea que ganaban menos de 1 dólar diario…”

Pero, ¿la delincuencia se debe ocultar?

“No. Hoy día estamos con el 18% y todavía es muy alto, o sea, hay que bajar más todavía los niveles de pobreza. Porque los niveles de pobreza inducen al delito, la desocupación hoy día todavía se mantiene en márgenes altos, estamos muy cerca de los dos dígitos. O sea, mientras más empleo haya, menos posibilidades de delincuencia existe.”

Entonces, ¿qué debe hacer el periodismo ante eso? ¿No mostrarlo? ¿O mostrarlo de otra manera, tal vez?

“No, mostrarlo, por ejemplo, en forma racional. Que significa eso, que tú no muestras, por ejemplo, un chiquillo que está asaltando a un micrero 18 veces en una mañana, en un canal de televisión, y que le pone el cuchillo en el cuello al chofer. O sea, hay que mostrarlo dos o tres veces, pero no 18 veces como me tocó ver a mí en algún momento, te fijas…”

¿Cuál cree usted que es el rol que se les asigna a los periodistas hoy en día?

“El periodista es un agente que trabaja fundamentalmente en el campo de la información y, ahí de la información para arriba hay distintos grados de compromiso con la sociedad en el concepto mucho más amplio que es de comunicación. La información es lo primario lo elemental, después viene la interpretación, o sea la explicación de los hechos y después viene ya la opinión, las visiones que se van formando en torno a los problemas de la sociedad. El periodista es un agente social en que hace representación de la realidad, ya sea, mediante imágenes, mediante sonido, mediante la letra escrita, o el multimedia en Internet. Ese es el periodista, que cumple una función social muy importante, o sea, si dejara de haber medios de comunicación, el mundo sería distinto, sería otro.”

¿Cree que los periodistas de radio están en un segundo plano con relación a los de televisión?

“Bueno, hoy día vivimos, según dice Jovani Sartori, una cultura teledirigida, o sea, fundamentalmente la imagen es la que manda. Ahora la gente se expone mucho a las imágenes de la televisión pero no está claro si la gente realmente se informa a través de la televisión, y ese es un elemento trascendente en esta historia.
Claro, un periodista que aparece en televisión es mucho más rápidamente conocido por la gente que un periodista que está en radio o que está en prensa escrita”.

¿Cómo ve usted a las audiencias hoy en día? ¿Activas o pasivas?

“Las audiencias son muy activas, en términos que tienen muchas más opciones que hace 20 o 30 años. O sea hoy día tú tienes 52 radios de frecuencia modulada (FM), con una dinámica de competencia muy fuerte con públicos muy segmentados, con atención preferentes a jóvenes de 15 a 25 años, hombres mujeres, grupo socioeconómico alto, bajo, medio. La señal televisiva tiene 5 canales de televisión abierta, pero tiene más de 60 canales de televisión por cable. Donde la pobreza es mayor es en la prensa escrita. En Chile hoy día tiene muchos menos diarios que hace 40 años. Chile tenía hace 40 años muchos más diarios, muchas más comunicaciones. Por lo tanto hay un contraste bien importante. Pero al contrario de eso hoy día está la plataforma digital de Internet que también es una fuente de información. El público es muy dinámico y especialmente la gente joven, en el caso de la radio, los más viejos de 50 para arriba escuchan una sola radio. Los más jóvenes de 15 a 20 años escuchan 4 a 5 radios al día.”

¿En su programa, cómo se comunica con las audiencias para conocer sus intereses? ¿Hacen algún estudio?

“Hay varias maneras o sea uno obtiene la percepción a través de la encuesta cualitativa que se entrega todo los meses. Es una empresa que hace una encuesta, y que marca que existe una sintonía mayoritaria muy fuerte en noticias del diario Cooperativa. Después tienes las encuestas que son de calidad, y que son los focus group. Se reúnen grupos de gente y se les pregunta acerca de la percepción que tiene acerca del medio radiofónico y en particular de la radio Cooperativa. O sea hay un estudio permanente.”

Su programa de la mañana no ha variado el formato en el tiempo ¿Por qué?

“Se mantiene en general porque es funcional al sistema o sea hay informes que no superan los tres minutos. El formato es dinámico, el informe no dura más de tres minutos, tenemos unidades móviles, o sea, responde a todas las necesidades que tiene hoy día la forma de hacer periodismo”

¿Cree que es el que más le gusta a las audiencias?

“Bueno, está marcado por la mayoría de auditores que tenemos. Es la radio más escuchada en materia noticiosa.”

¿Cree que en Chile existe el derecho de la información? ¿Y la libertad de prensa?

“Hay dos derechos que son consustanciales, que es la libertad de expresión y el derecho a la información. La libertad de expresión es para todo los ciudadanos y para los periodistas, en particular, que son los que tienen que trabajar con esta materia prima que son las noticias, las informaciones. Y después el derecho a la información, a los ciudadanos a saber cabalmente que ocurre, digamos. Para eso tiene que haber transparencia en la fuente de información. Cuáles son las fuentes de información: los organismos del estado, que tienen la obligación de informar. Pero al mismo tiempo las empresas privadas deberían tener la obligación por ley de entregar toda la información.”

Y, ¿eso se respeta?

“No. No porque, por ejemplo tú tienes el caso a nivel mundial, el caso de ENRON, que después de mucho investigar se llegó a establecer que los tipos cometían fraudes, falsificaban cifras. Aquí se ha descubierto que las empresas privadas, las constructoras, casas de 500 U.F. las calificaban como viviendas sociales y las vendían a 1500 U.F., o sea a otro precio. Está la ley de impuestos de timbres y estampillas y una serie de otros tributos. Entonces, ahí falta transparencia”.

Su celular ya había sonado varias veces con la canción de “Salomón y Tutu-Tutu”. Tenía una reunión en la Universidad de Chile donde hace clases de periodismo. El conductor se despide, pero los televisores de su estudio quedan encendidos. Los medios no paran.

lunes, junio 19, 2006

El poético Valparaíso de "Papito"

"Eres un arco iris de múltiples colores..."

Canta un viejito, con su guitarra destartalada, vestido de terno y un sombrero negro. Había esperado pacientemente, mientras trataba de afinar su instrumento, a un “colega”, quien pasaba su mano pidiendo dinero a la gente que comía en el mercado de Valparaíso.
Los empleados de los restaurantes invitan a cualquier persona que pasa a disfrutar de frescos pescados y mariscos o de una aceitosa “chorrillana”. Todos insisten en tener los más ricos y baratos platos, sobre todo si encuentran a alguien con cara de extranjero.
El viejito pasa su sombrero entre la gente. Tiene una mirada nostálgica, tal vez de tiempos, en que toda la gente vestía elegante, como él, porque Valparaíso era un puerto que recibía a extranjeros, a mercaderes, que traían todo el “glamour” de Europa. Eran tiempos distintos, en que la economía chilena se debía, en parte, a este puerto.
La plaza O'Higgins, cercana al mercado, invade a los transeúntes con “cachureos” de esos tiempos: monedas antiguas, revistas, cámaras fotográficas, libros, estatuas. Y los porteños se sientan a descansar, a conversar, y a comerse un mate con huesillo mientras observan el pasar del día.

Neruda porteño

Quizás cuántas veces recorrió Pablo Neruda la plaza O'Higgins de Valparaíso en busca de alguna decoración para su casa, La Sebastiana. El poeta venía de vacaciones, acompañado de Matilde, su esposa, y amigos. Por eso la casa está decorada rigurosamente en cada rincón para la entretención de los invitados, quienes después de tomar el “coquetelón”, trago inventado por Neruda, entraban al baño, que tenía una puerta llena de orificios, y al mirarse al espejo veían su cuerpo deformado.
Así vivía el poeta en esta casa, entreteniendo a sus invitados y disfrutando de una vista inigualable, donde tal vez se inspiraba para escribir sus poemas, sentado en su “nube”, como le llamaba al sillón favorito.
Sus vecinos lo recuerdan. No era extraño verlo de vez en cuando por las calles de los cerros de la ciudad, aunque el mayor tiempo lo pasaba en su casa. Cuando compraba algo, dejaba un cheque, que las personas guardaban como recuerdo.
La poética vida que llevaba Pablo Neruda en esta casa logra convencer de que Valparaíso es una ciudad de ensueño, un paraíso porteño. Pero desde la elevada casa del poeta chileno no siempre se observaba la delincuencia y el “submundo”, que el puerto posee, que de una manera distinta, también es poética…

¡Ejale, Papito!

Raúl “Papito” Guzmán fue detenido por primera vez por robo el año 1962, cuando tenía 11 años. Vivió gran parte de su vida en la cárcel, y llegó en 1995 a la cárcel de Valparaíso para cumplir su condena hasta el 2002.
Y hoy vive de la ex cárcel. Recibe a turistas que desean conocerla, quienes rápidamente entran en un mundo desconocido para muchos. “Papito” va de reja en reja, por pasillos oscuros, contando historias “fuertes”, de violencia, de traiciones, de desamores, de amores, de homosexuales, de heterosexuales.
La cárcel es un “submundo” donde todo es distinto. La soledad es la madre de quienes viven allí, la rutina es el padre, la oscuridad el ambiente diario. Existen otras leyes. La principal es la del más fuerte.
Aunque sea difícil de creer, al homosexual se le respeta. Allí no es el “bicho raro”. Comparten con todos, y tienen los mismos derechos. Incluso, aquí se pueden casar. En una pequeña “ceremonia”, alguien hacía el papel de sacerdote, y casaba a dos hombres “hasta que la muerte los separe”.
“Papito” no sólo trabaja de esto. También ha escrito un libro sobre el coa, ha hecho obras de teatro, ha actuado, ha posado. Todo siempre en relación con la delincuencia, las prostitutas, los homosexuales y las cárceles.
Ésa es su vida. Pero ya no vive preso. Hoy puede caminar por Valparaíso, conocer la casa de Neruda, caminar por la plaza y observar las playas que en primavera se decoran con un horizonte rojizo, fumando un cigarro y mirando a los pescadores luchar contra las olas que golpean las piedras, pensando en que “a veces como una moneda / se encendía un pedazo de sol entre mis manos.”(Neruda, en Veinte Poemas de Amor Y Una Canción Desesperada, Poema 10)

martes, abril 25, 2006

Del Mercado, Goya, Miró y Picasso, a la Piojera

Es otro día más en Santiago. La estación Mapocho y sus alrededores se ven como cualquier lugar de la ciudad a las 8 de la mañana: gente apurada, “colas” esperando los periódicos gratuitos “Publimetro” y “La Hora”, un comerciante que grita “¡La leche, la rica leche!...”, y autos que tocan sus bocinas porque a un imprudente se le ocurrió parar en la mitad de la calle para que se baje su hija. Pero este lugar esconde COSAS aún más interesantes.
Un museo que alberga a “Tres grandes de España”, frente a un Mercado Central donde apenas se ve un par de esforzados que recién abren sus locales y reciben los “frescos” pescados y mariscos, y al lado, el famoso bar La Piojera, que seguramente había cerrado pocas horas atrás. Toda esta gama de contradicciones culturales y sociales se enfrenta día a día. Pero quizás no es casualidad…

El burgués del Mercado Central

El mercado se mueve lentamente a estas horas de la mañana. Un par de “borrachitos” vienen abrazados en busca de un caldito “reponedor”, y la gente empieza a ordenar y a disponer su mercancía.
El único restaurante que se ve ya más instalado y abierto a recibir gente es el “Donde Augusto”, el McDonald’s del Mercado Central.
Mientras que las personas abren su local pequeño, “Donde Augusto” tiene que disponer de más personal para abrir sus locales que tiene dispersos por el mercado. Los otros sacan tímidamente su pizarrita para poner su nombre y el menú del día, mientras que “McAugusto” enciende un gran letrero que con luces rojas y amarillas da a conocer su nombre con muchas banderas de distintos países a su alrededor, como si se tratara de un hotel cinco estrellas.
De fondo no se escucha una típica cumbia de Ráfaga ni una canción desgarradora de los Ángeles Negros, sino que a los gringos setenteros de “Ten Years After” tocando “I’m Going Home” en Woodstock ‘69. En las paredes se ven fotos de famosos como “Don Francisco” brindando y sonriendo a la cámara, junto a reportajes del diario PYMES, donde muestran al verdadero “Don Augusto”, el dueño del restaurante, dando cátedra de emprendimiento, e incluso una foto trucada donde aparece Bill Clinton sonriendo con una cerveza en mano y abrazando a una señora.
Los empleados están vestidos con unos delantales blancos y concentrados en la rutina de abrir y organizar el restaurante. La señora Gladis Carrás, la esposa de Don Augusto, está sentada con dos hombres conversando, preparándose para ir a la cocina y hacer sus ricos platos como la centolla en cáscara de la Patagonia, caldillo de congrio, y jardines de mariscos.
Quizás un lugar dentro del Mercado Central, pensado para gente más “culta” y/o extranjeros que, antes o después de ir al museo, desean probar algo típico de Chile, pero siempre con ciertos matices “gringos”, para hacerlos sentir como en casa.

Goya, Miró y Picasso a la Piojera

El Museo Estación Mapocho a las 09:30 a.m. tiene pocos visitantes. Sobre todo un lunes. Las personas que concurren son totalmente distintas a las que llegan al Mercado Central, y con intenciones diferentes. Estudiantes de “kinder”, de media y universitarios son los que van entrando disimulando un interés por los pintores.
Dentro se encuentran “tres grandes de España”: Goya, Miró y Picasso.
Los guías encargados de mostrar la obra e historia de estos pintores, se esfuerzan para que los alumnos le tomen atención, quienes aprovechan cada segundo para conversar del partido de fútbol, o para sentarse en el primer asiento que encuentran. Poco interés hay por apreciar las obras.
¿Goya, Miró y Picasso estarían cómodos en este lugar? Tal vez estarían enfadados por la poca sensibilidad de los estudiantes, aunque sí se sentirían cómodos con el bar que se encuentra cruzando la calle: “La Piojera”. Porque si hasta el Presidente Arturo Alessandri, el poeta Pablo Neruda y muchos escritores e intelectuales entraron al lugar, por qué no estos pintores españoles.
Si hay algo que caracterizaba a los españoles pintores era su vida bohemia, en cabaret, prostitutas y más de algún exceso. Quizás hubieran pasado un buen rato en el bar tomándose un vino pipeño de Chillán o una chicha de Villa Alegre y San Javier, las especialidades de la casa, conversando sobre el surrealismo, sobre lo erótico, las pinturas infantiles, las corridas de toro, el inconciente, lo implícito, o simplemente lo interesante que es el lugar donde llegaron a parar, donde la culinaria chilena, la bohemia y la cultura se juntan en un solo lugar. Es algo que se les habría grabado en la retina como algo increíble que sólo en Chile existe.

lunes, marzo 27, 2006

Entrevista a El Principito


Cuando tenía 6 años era el mejor amigo de El Principito. Jugábamos, buscábamos, preguntábamos y soñábamos juntos.
Lamentablemente nos fuimos distanciando, la adolescencia y mi anhelo estúpido de ser grande me hizo olvidar la increíble amistad que teníamos. Creí no extrañarlo, pero al cumplir 18 años y cuando ya nada parecía ser nuevo, porque era bastante grande, me lo encontré por casualidad.

- ¿Dónde has estado?

¡Cómo que dónde he estado! Siempre he vivido en mi planeta, sentado mirando el atardecer. Creo que fuiste tú quien se fue sin dejar rastros…

- Sí, es verdad. Perdón por haber sido tan indiferente.

No te preocupes. Tal vez, estoy condenado a ser olvidado. Pero contigo tuve una esperanza. ¡Casi no nos despegábamos!

- Lo pasábamos bien, es cierto. ¿Crees que podremos volver a ser amigos?

Lo hemos sido toda la vida. Pero ahora te veo y casi no te reconozco. ¡Estás tan cambiado! Te estás pareciendo a un adulto

- Hubo un tiempo en que deseaba ser adulto, pero ahora que me parezco cada vez más a uno, me doy cuenta de que no quiero ser así. ¡Por favor Principito no me dejes, me da miedo olvidarte para siempre!

Nunca te abandonaré, te lo prometo. Debo irme, pero tengo una idea: compra una silla y tráela a mi planeta. No hay mucho espacio pero nos podemos acomodar. Allí podremos ver el atardecer juntos y conversar. Y quien sabe, nos podríamos aventurar a conocer nuevos planetas…

- Lo haré. Adiós Principito…

¡Nos Vemos!

- ¡Nos vemos!