lunes, junio 19, 2006

El poético Valparaíso de "Papito"

"Eres un arco iris de múltiples colores..."

Canta un viejito, con su guitarra destartalada, vestido de terno y un sombrero negro. Había esperado pacientemente, mientras trataba de afinar su instrumento, a un “colega”, quien pasaba su mano pidiendo dinero a la gente que comía en el mercado de Valparaíso.
Los empleados de los restaurantes invitan a cualquier persona que pasa a disfrutar de frescos pescados y mariscos o de una aceitosa “chorrillana”. Todos insisten en tener los más ricos y baratos platos, sobre todo si encuentran a alguien con cara de extranjero.
El viejito pasa su sombrero entre la gente. Tiene una mirada nostálgica, tal vez de tiempos, en que toda la gente vestía elegante, como él, porque Valparaíso era un puerto que recibía a extranjeros, a mercaderes, que traían todo el “glamour” de Europa. Eran tiempos distintos, en que la economía chilena se debía, en parte, a este puerto.
La plaza O'Higgins, cercana al mercado, invade a los transeúntes con “cachureos” de esos tiempos: monedas antiguas, revistas, cámaras fotográficas, libros, estatuas. Y los porteños se sientan a descansar, a conversar, y a comerse un mate con huesillo mientras observan el pasar del día.

Neruda porteño

Quizás cuántas veces recorrió Pablo Neruda la plaza O'Higgins de Valparaíso en busca de alguna decoración para su casa, La Sebastiana. El poeta venía de vacaciones, acompañado de Matilde, su esposa, y amigos. Por eso la casa está decorada rigurosamente en cada rincón para la entretención de los invitados, quienes después de tomar el “coquetelón”, trago inventado por Neruda, entraban al baño, que tenía una puerta llena de orificios, y al mirarse al espejo veían su cuerpo deformado.
Así vivía el poeta en esta casa, entreteniendo a sus invitados y disfrutando de una vista inigualable, donde tal vez se inspiraba para escribir sus poemas, sentado en su “nube”, como le llamaba al sillón favorito.
Sus vecinos lo recuerdan. No era extraño verlo de vez en cuando por las calles de los cerros de la ciudad, aunque el mayor tiempo lo pasaba en su casa. Cuando compraba algo, dejaba un cheque, que las personas guardaban como recuerdo.
La poética vida que llevaba Pablo Neruda en esta casa logra convencer de que Valparaíso es una ciudad de ensueño, un paraíso porteño. Pero desde la elevada casa del poeta chileno no siempre se observaba la delincuencia y el “submundo”, que el puerto posee, que de una manera distinta, también es poética…

¡Ejale, Papito!

Raúl “Papito” Guzmán fue detenido por primera vez por robo el año 1962, cuando tenía 11 años. Vivió gran parte de su vida en la cárcel, y llegó en 1995 a la cárcel de Valparaíso para cumplir su condena hasta el 2002.
Y hoy vive de la ex cárcel. Recibe a turistas que desean conocerla, quienes rápidamente entran en un mundo desconocido para muchos. “Papito” va de reja en reja, por pasillos oscuros, contando historias “fuertes”, de violencia, de traiciones, de desamores, de amores, de homosexuales, de heterosexuales.
La cárcel es un “submundo” donde todo es distinto. La soledad es la madre de quienes viven allí, la rutina es el padre, la oscuridad el ambiente diario. Existen otras leyes. La principal es la del más fuerte.
Aunque sea difícil de creer, al homosexual se le respeta. Allí no es el “bicho raro”. Comparten con todos, y tienen los mismos derechos. Incluso, aquí se pueden casar. En una pequeña “ceremonia”, alguien hacía el papel de sacerdote, y casaba a dos hombres “hasta que la muerte los separe”.
“Papito” no sólo trabaja de esto. También ha escrito un libro sobre el coa, ha hecho obras de teatro, ha actuado, ha posado. Todo siempre en relación con la delincuencia, las prostitutas, los homosexuales y las cárceles.
Ésa es su vida. Pero ya no vive preso. Hoy puede caminar por Valparaíso, conocer la casa de Neruda, caminar por la plaza y observar las playas que en primavera se decoran con un horizonte rojizo, fumando un cigarro y mirando a los pescadores luchar contra las olas que golpean las piedras, pensando en que “a veces como una moneda / se encendía un pedazo de sol entre mis manos.”(Neruda, en Veinte Poemas de Amor Y Una Canción Desesperada, Poema 10)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena, viejito.
De repente sentí que andaba caminando con Neruda por las calles de Valparaiso.
Tienes que seguir escribiendo...